Juan María de la Cruz, Maestro de la Vida Cristiana y Dehoniana
Con ocasión del aniversario del martirio del Beato Juan María de la Cruz, SCJ (22 de septiembre), el P. Juan José Arnaiz Ecker, SCJ, Superior de la Provincia Española, dirigió una carta a los Dehonianos de la Provincia Española, en la que invita a reflexionar sobre la vida y el martirio del Beato Juan María de la Cruz, cuyo 25.º aniversario de beatificación (11 de marzo de 2026) y 90.º aniversario de martirio (23 de agosto) se celebrarán el próximo año; y exhorta a profundizar en la meditación sobre la importancia de la memoria de este Beato Dehoniano en la vida espiritual personal. El llamamiento contenido en esta carta merece ser escuchado por toda la familia dehoniana y, más allá de ella, por todos los cristianos que están espiritualmente vinculados al Beato Juan María de la Cruz, SCJ.
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Querido hermano:
No son pocos los que dicen que la historia se repite. Por mi parte, creo que sí hay una serie de ‘ingredientes’ (políticos, sociales, religiosos, ideológicos, económicos…) que regularmente se dan cita a lo largo del tiempo que habitamos los humanos, y al que llamamos historia. En 1936 esos ingredientes fueron dispuestos de un modo, que, en nuestro 2025, vemos preocupados cómo reaparecen: Rusia-Ucrania, Israel-Gaza, terrorismo, programas sociales, agendas legislativas, populismo, políticas arancelarias, inmigración, cambios climáticos, pandemias… La cuestión sigue estando en qué combinaciones y mezclas hacemos con ellos en los hornos del día a día. Seguro que siempre se trata de ver si hemos aprendido algo de las crueldades que padecieron nuestros antepasados.
Continuando el recuerdo que nos hacía el P. Pablo José Muñoz Zapirain, delegado provincial para las causas de beatificación y canonización, en su carta del pasado día 15 de septiembre, el padre Juan María de la Cruz celebrará, el próximo 11 de marzo de 2026, su 25º aniversario como beato y el 90º de su martirio, el 23 de agosto. ¡No son aniversarios cualesquiera! Creo que esta víspera de su memoria es un buen momento para que cada uno hagamos un pequeño balance de la presencia del beato en las diferentes esferas de nuestra vida espiritual, comunitaria y apostólica; por ejemplo, ¿qué significatividad tiene hoy su figura en tu vida religiosa dehoniana y en tu ministerio apostólico?
¿Por qué hacerse esta pregunta? Yo me la he hecho ayudado de una reflexión reciente del arzobispo de Oviedo sobre los mártires de Asturias de 1934. Y sí…
El beato Juan María es un hermano nuestro que entregó la vida habiéndose podido quedar con ella tan solo con no haber abierto la boca en aquel polvorín que era Valencia, en aquella locura desatada en la plaza delante de la iglesia de los Santos Juanes.
El beato Juan María es un hermano nuestro al que se ha reconocido el ejercicio de uno de esos gestos de suprema libertad que solo son posibles si actúa la gracia de Dios.
El beato Juan María es un hermano nuestro condenado sumarísimamente, sin ninguna garantía jurídica, por un motivo incomprensible y en el que la justicia legal no es competente: la creencia y la vivencia religiosa.
El beato Juan María es un hermano nuestro que tuvo su propia escena final, compartida con otros miles en aquel momento: la vida inocente que se le arranca de modo violento en su fusilamiento ante la tapia del cementerio de Silla.
Todos conocemos y estamos volviendo a ver en directo (aunque emotivamente se reduce a casi estar viendo una ficción, una película) por la televisión el aumento de nuestra capacidad de crueldad, de dureza objetiva, de creación de violencia y tragedias.
Pero ayer, como hoy, hay una razón propia en el cristiano al que se le quita la vida violentamente. Es una actitud que nace de su fe: el perdón a quienes no le perdonaron a él. Tal como hizo Cristo en la cruz.
La muerte por odio a la fe, in odium fidei, infligida al beato Juan María de la Cruz, y a tantos otros y otras que sufrieron martirio en aquellos años 30 del tremendo siglo XX, fue fruto, ciertamente, de una terrible confusión, de una persecución enloquecida, de una represión que se quería y se creía promotora de la libertad. Pero no bastan estas posibles razones para dar cuenta de todo lo ocurrido.
Cuando la Iglesia ha ido beatificando a cada uno, incluido el P. Juan María de la Cruz, no ha hecho más que proclamar ‘la bienaventuranza de la vida que sobrevive para siempre jamás’. ¡Y eso suena a resurrección y a Resucitado! Y es que, en efecto, la Pascua es subversiva. Es infinitamente más que el fruto de un resentimiento, de una reescritura histórica, de un olvido injusto o de un ajuste de cuentas. No. Es reconocimiento de un amor latente y patente. Es reconciliación palpable y ‘aprendible’. Es apertura a la gratitud reparadora.
Sí, el beato Juan María de la Cruz es maestro de vida cristiana y, por eso, de vida dehoniana.
Este futuro aniversario es para nosotros una invitación a celebrar y actualizar el recuerdo de quien murió amando a Dios, testimoniando su belleza y, como hizo el Señor Jesús, implorar a Dios el perdón y la clemencia para sus asesinos.
Este aniversario es para nosotros, nuestras comunidades y nuestras obras, una invitación a despertar y reavivar nuestra fe, siempre en riesgo de quedarse aletargada en una cómoda mediocridad.
Es una llamada a poner el amor (que es tanto que llega al perdón, incluso ante la mayor ofensa que es quitar el derecho a existir o a ser uno mismo) y la reconciliación (que repara en la verdad y la justicia, generadoras de paz, todas las relaciones) en el centro de tu propia vida religiosa, vivida con sencillez y audacia.
Y es que esto forma parte de nuestra peculiar vocación y estado de vida en y para la Iglesia: ser testimonios elocuentes del verdadero amor; abrir fuego (no con fusiles o drones) para que, como una ciudad sobre el monte, estemos puestos en el candelero de nuestro tiempo, unidos a la Luz más encendida que es Cristo resucitado (…resucitado de una muerte violenta, pero que vivió en el exceso o extremo de amor, en la reparación, en la reconciliación, en la redención).
Tal como exclama el mencionado obispo, este próximo año estamos invitados a celebrar una de las paradojas de Dios, ese secreto por el cual “una maldita malaventuranza se convierte en bienaventuranza bendita”.
Pero el 22 de septiembre nos toca celebrar la memoria litúrgica de nuestro beato. Lo hacemos viendo en él un modelo de fe que es lo mismo que decir un modelo de amor y de perdón.
Él es nuestro intercesor, el patrón de las vocaciones a nuestro estilo de vida dehoniano.
Él es lámpara, pequeña y escondida (nos sigue correspondiendo a nosotros hacer que su luz se agrande y su pequeñez se manifieste y conozca), para que nosotros recibamos la luz y la fortaleza necesarias para vivir y anunciar con valentía y humildad el misterio del Evangelio… la buena noticia de Aquel que dijo y dice ecce venio; el misterio de la llamada a la verdad del sint unum vivido en la fraternidad entre nosotros y con los demás hombres; el misterio del trabajo incasable para que venga su Reino al que contribuimos con integridad y fe.
El beato Juan María de la Cruz es mártir por un solo motivo: murió perdonando. No tenemos, en lo que alcanzo a saber, constancia escrita de sus últimos momentos. Pero sí conocemos que escribió con su sangre la página final de su vida cristiana, religiosa y sacerdotal, conforme a la caligrafía del Señor, esa que en la Cruz perdona a sus perseguidores.
Celebrando su memoria y acogiéndonos a su intercesión, ¿no puede ser un buen momento para preguntarnos qué puesto ocupa el beato en nuestra devoción? ¿Sería imposible soñar con visitas o peregrinaciones a Puente de las parroquias que tenemos encomendadas o de nuestras obras educativas? ¿No habrá llegado el momento de crear una Juanada o unirla, por ejemplo, a la Javierada? O ya, más personalmente, tú, ¿qué deseas que este aniversario siembre en tu corazón? Mañana es un buen día para dar una respuesta. Sencilla; concreta; evaluable; una respuesta que comprometa, iluminada por esa debilidad que se hizo fuerte, esa fragilidad que se hizo testimonio en nuestro hermano.
Beato Juan María de la Cruz,
intercede por nosotros para que Jesús nos envíe su fuerza, su Espíritu,
todos los días de nuestra vida y ser así testigos fieles de la alegre Esperanza,
día a día, paso a paso, palabra a palabra, silencio a silencio, gesto a gesto…
Para que “venga tu Reino”,
Padre nuestro, Señor Jesús, Espíritu de Amor,
unidos a tu siervo, el beato Juan María de la Cruz,
te decimos, hoy y siempre: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
Amén. Aleluya, Sí, vienes pronto. ¡Ven, Señor Jesús!
Te deseo una feliz celebración de la memoria de nuestro beato, siempre, in Corde Jesu,
P. Juan José Arnaiz Ecker, scj
Superior provincial
Puente la Reina, 21 de septiembre de 2025
En la víspera de la memoria del beato Juan María de la Cruz, scj