26 septiembre 2022
26 sept. 2022

Crisis que fortalece a la iglesia

El Sínodo de Obispos del año próximo en Roma se ha transformado por primera vez, gracias al papa Francisco, en un proceso de consulta de todo el Pueblo de Dios. La Iglesia es comunión, fraternidad; lo que es mucho más que democracia y está en función de la misión.

de  Primo Corbelli, scj

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El Sínodo de Obispos del año próximo en Roma se ha transformado por primera vez, gracias al papa Francisco, en un proceso de consulta de todo el Pueblo de Dios. El Sínodo de Obispos había sido instituido por Pablo VI como un órgano consultivo de obispos para ayudarlo con sus consejos. Desde 1965 hubo 24 Sínodos. El papa Francisco le ha dado a este Sínodo una nueva dimensión en nombre de la sinodalidad de la Iglesia, es decir de la corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios en la vida de la Iglesia, siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II.

Paso a la siguiente fase

Ya terminó la fase preparatoria diocesana y la fase continental se extenderá desde este mes de setiembre hasta marzo del año entrante. El acontecimiento periódico del Sínodo de Obispos ha sido transformado en un proceso al cual todos los católicos son invitados a participar y los obispos diocesanos a promoverlo. Es posible inclusive que el documento final redactado por el Sínodo, vuelva a las diócesis de todo el mundo para ser discutido o enmendado, antes de que el Papa publique su exhortación postsinodal. Comunión, participación y misión son los tres temas a discutir para llevar a cabo la sinodalidad propuesta por el Concilio y una renovada presencia de la Iglesia en el mundo.

Se espera un documento que no sea como los habitualmente provenientes del Vaticano, muchas veces extensos e incomprensibles para el público (Juan Pablo II, por ejemplo, escribió 5 mil páginas de documentos).
Por otra parte, es cierto que la Iglesia está pasando por una crisis ya sea por los escándalos como por los cambios impulsados por el papa Francisco. Con el aporte de todos, esta crisis puede ser positiva y constructiva. No hay que extrañarse de las crisis en momentos de cambio. La primera gran crisis de los últimos tiempos se dio con los cambios del Concilio. Hubo una gran cantidad de sacerdotes que abandonaron el ministerio y de católicos que abandonaron la Iglesia. Hay que reconocer también que hubo muchas exageraciones y distorsiones del Concilio que dieron argumento a los enemigos del Concilio y retrasaron su aceptación. El Concilio fue como un huracán que barrió con cierto cristianismo convencional, formal y legalista. Todo cambio radical exige sacrificios y apertura al Espíritu. No es posible evitar fugas y deserciones como tampoco exageraciones y extremismos.

Francisco ha vuelto a hablar de “reforma de la Iglesia” (hay un lema antiguo que dice que “la Iglesia siempre ha de reformarse” a la luz del Evangelio y de los tiempos). Han pasado más de 50 años del Concilio y hace falta dar ulteriores pasos, siempre en la huella del Concilio. Esta reforma “sinodal” de la Iglesia no concluirá con el Sínodo del año próximo; llevará tiempo y paciencia hasta llegar a ser permanente. No solo el pueblo ha de escuchar a los obispos sino también los obispos al pueblo. Entre más de mil millones de católicos en el mundo, este cambio no será del gusto de todos.
El mismo papa Francisco con sus actitudes y gestos está relativizando su poder absoluto y la solemnidad que lo rodea. El obispo de Roma no está por encima de la Iglesia. Es un obispo que como sucesor de Pedro expresa la fe y la unidad de toda la Iglesia. Hay que tener perspectivas a largo plazo.
Todo el Pueblo de Dios debe ir madurando y tomar conciencia de su corresponsabilidad en la Iglesia. La sinodalidad no es optar por un sector, sino caminar juntos; no es cortarse solos, sino dialogar y buscar consensos.

Difícilmente en la Iglesia habrá marcha atrás sobre esto, aunque el sucesor de Francisco lo intente, ya que se habrá escuchado claramente la voz de todo el Pueblo de Dios o la mayoría del mismo. El camino sinodal de la Iglesia empezó, quizás prematuramente, primero en Alemania donde hay una cantidad de laicos bien preparados teológicamente y los desafíos enfrentados por esa Iglesia son reales, pero deberán ser aportes para ser discutidos a nivel de toda la Iglesia.

Celibato sacerdotal y sacerdocio femenino

Es un hecho que muchas tradiciones, pudieron ser válidas en el pasado pero pueden ser hoy un obstáculo y quitarle credibilidad a la Iglesia. También hay que tener en cuenta que no es bueno suscitar expectativas no realizables todavía o que precisan un nuevo Concilio. Es importante aclarar sin embargo que cuando se habla de celibato opcional para los curas no hay que suponer que se trate de la liberación de un yugo. El celibato por el Reino es un carisma o don de Dios, practicado por el mismo Cristo (aunque muchos no lo comprendan y lo juzguen inhumano) que seguirá presente en la Iglesia, en forma voluntaria, para curas, religiosos y hasta laicos. Siempre se puede renunciar a un derecho personal a cambio de dedicar la vida en su totalidad al Reino de Dios o a grandes y nobles causas. La propuesta que desde muchas partes se hace para el mañana es en orden a la Eucaristía a la cual sí, tiene derecho cualquier comunidad cristiana. Hay demasiadas comunidades sin cura y sin misa dominical. Por eso se propone ordenar a hombres casados, experimentados y probados en la fe y en el trato con los demás. También muchos atribuyen los escándalos sexuales clericales, que se dan también en personas casadas, al celibato pero, como se ha demostrado, se trata de otro tema.

También respecto a una posible ordenación ministerial de las mujeres, hay una especie de razonable obsesión en querer rehabilitar a las mujeres en la Iglesia porque durante siglos han sido, igual que en la sociedad, discriminadas o infravaloradas. Siempre se sobrevaloró la fuerza física y la supuesta capacidad intelectual del varón sobre la mujer: por su supuesta debilidad, era destinada exclusivamente a los quehaceres domésticos.
Sobre este tema hay una reforma pendiente y necesaria que ya se está implementando, sin que haya que recurrir a un feminismo reivindicativo y agresivo. Hay que reconocer que este proceso se ha dado muy tardíamente y debido sobre todo a la presión pública, más que a la iniciativa clerical. Tampoco dicha reforma apunta a que la mujer sea el “complemento” del varón, a darle un espíritu maternal a la Iglesia, a la simpatía y a las virtudes femeninas que pueden atraer más fieles a la Iglesia (lo que no sucede ni entre los anglicanos).
Se trata de que haya igualdad en la Iglesia e iguales derechos para todos, fraternidad entre todos; que las mujeres puedan asumir cada vez más también tareas de conducción y liderazgo. Así como hay que superar la dicotomía clero-laicos, también hay que superar la de varones-mujeres como enseña Gal 3,28.
En cuanto al sacerdocio femenino, hay que distinguir el sacerdocio común de los laicos debido al Bautismo, de lo que es el sacerdocio ministerial que se confiere con el sacramento del Orden. También hay que preguntarse lo que Jesús haría hoy, no lo que hizo hace veinte siglos, sin caer en un fundamentalismo progresista que quiere cambios revolucionarios e inmediatos. Esto último causaría una reacción como la que se dio después del Concilio dando mayores argumentos a los opositores de la sinodalidad y de los cambios impulsados.
Muchos por otra parte en el “primer mundo” cuestionan al papa Francisco por las constantes denuncias que hace del sistema económico vigente. Olvidan que en Dios la misericordia es inseparable de la justicia. Jesús se enfrentó con las autoridades políticas y aún religiosas de la época: Herodes, Pilatos, el Sanedrín, Saduceos, Fariseos. Es cada vez más inconcebible e intolerable que la minoría de los ricos sea cada vez más rica y la mayoría de los pobres cada vez más pobre.
Un Papa que proviene del Sur del mundo les ha recordado a todos los cristianos la Doctrina Social de la Iglesia y la opción preferencial por los pobres, que son pura actualización del Evangelio. No basta el asistencialismo o la beneficencia si no hay justicia; hay que ir a las causas que normalmente son de orden económico-político.

Propuestas sinodales

Lamentablemente el Papa no es escuchado, como le pasa a todos los profetas. Con la pandemia, otra vez el “sálvese quien pueda” le ganó al “nadie se salva solo”. Se volvió a una carrera insensata de armamentos, rechazando el diálogo. Al Papa se le exigía condenar a unos y defender a otros como si la realidad se partiera entre buenos y malos o que toda la verdad estuviera solo de un lado.
Sobre la Iglesia escribe Leonardo Boff: “El Papa Francisco, igual que san Francisco, se da cuenta de que la Iglesia está hoy deteriorada, desmoralizada debido a los escándalos no solo sexuales sino económicos que han afectado su moralidad y credibilidad. Por eso propone un proyecto de Iglesia pobre, sencilla, evangélica, alejada de los poderosos y del poder como san Francisco que para restaurar la Iglesia abrazó y vivió con los leprosos, predicando el Evangelio no en latín, sino con el lenguaje del pueblo”.
La Iglesia ha de convertirse realmente en pobre y al lado de los pobres, eliminando en sus estructuras cualquier rastro o título de privilegio. En general los obispos, curas y religiosos no pueden decirse pobres, de la pobreza real (que por otra parte, no significa indigencia), como la de Jesús que no tenía propiedades ni donde recostar la cabeza. La “pobreza de espíritu” alabada por Jesús no excluye, sino por el contrario implica sobriedad de vida. Nuestras estructuras, a diferencia de las de los evangélicos, son templos majestuosos con sus campanarios, despachos y sacristías, grandes monasterios (que ahora hay que vender porque quedan vacíos), colegios que ocupan manzanas, palacios episcopales, movimientos con gran poder económico como Opus Dei, Comunione e Liberazione, etc… No hace mucho en el palco de honor siempre aparecían juntas las autoridades políticas, militares y eclesiásticas.
Para los ultraconservadores la Doctrina Social de la Iglesia se reduce a la lucha contra el aborto, la eutanasia, los matrimonios gay, el relativismo moderno, el islamismo. Se olvidan de lo que dijo el Papa, que prefiere una “Iglesia accidentada” a una Iglesia inerte y a la defensiva; y que hay que hablar a “tiempo y destiempo” (2 Tim 4,2). La comunión en la Iglesia puede romperse también por la pasividad, el conformismo, la falta de coraje, el ausentismo.

Al Papa se le critica su reforma de la curia vaticana, con el documento luminoso “Praedicate Evanglium”, por su apoyo a los inmigrantes, por su defensa angustiosa del medio ambiente (advirtió como “en el Titanic, que parecía tan fuerte y estable se hundieron todos, hasta los camarotes de primera”), pero la “mayoría silenciosa” del pueblo de Dios lo apoya; si calla es porque está desorientado frente a críticas tan agresivas que provienen hasta de obispos y cardenales.
Con una Iglesia sinodal también el pueblo se hará oír. La Iglesia es comunión, fraternidad; lo que es mucho más que democracia y está en función de la misión, de una Iglesia en salida. En general los informes sinodales que surgen de la base piden reformar el modelo de gobierno en la Iglesia: que sea menos verticalistas y más descentralizados; superar la distinción entre dentro y fuera de la Iglesia (la Iglesia es la casa de todos); que las parroquias sean comunidades de comunidades, que la sinodalidad empiece por los consejos parroquiales y diocesanos, que haya más ministerios laicales, atención a las periferias, unir la predicación con la vida, no seguir transmitiendo la imagen de un Dios juez y castigador, que la vida religiosa sea más conocida y apreciada, que haya celebraciones más festivas, significativas e inculturadas.

Muchos piden la posibilidad del diaconado femenino permanente (en el Sínodo de Amazonia más de dos tercios lo pidieron), acogida y apertura para con todos, también con los LGTB+, divorciados, presos, marginales, participación de los laicos en la elección de los obispos locales; y sobre todo cómo comunicar la fe en este cambio de época.
El Papa ha dicho: “No se trata hoy de dar lecciones desde los balcones o los púlpitos, sino de salir a la calle para compartir la vida cotidiana de la gente, desde la fe”. Estos avances, suscitados por el Espíritu, es de esperar que ayuden a revitalizar y a fortalecer a la Iglesia. 

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