18 septiembre 2020
18 sep 2020

El Señor es justo em todos sus caminos

de  Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj

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Isaías 55, 6-9 nos dice que los caminos de Dios no son nuestros caminos. Los caminos de Dios siempre van adobados con “perdón” y “misericordia”. Los caminos de Dios siempre son oferta de Salvación. Una oferta permanente que nace del amor que nos tiene.

Nosotros solemos apelar a la justicia legalista y a la equidad matemática. Quizás podríamos decir que apelamos al “ojo por ojo” en casi todas las relaciones ordinarias y medimos bastante cicateramente las buenas obras de los demás, sobrevalorando las nuestras.

Dios (Padre) es largo en misericordia. Lento a la ira y rico en piedad. La misericordia nace de una opción decidida en absoluta libertad de ponerse al lado del que está necesitado. Es poner el corazón  al lado del pequeño-pobre-necesitado-pecador. Dios pone decididamente su corazón al lado del nuestro. Hace que nuestra causa sea su causa y apuesta por nuestro éxito haciéndose nuestro compañero de camino. Los planes de Dios son que tengamos vida y vida abundante. El profeta nos dice que el Señor sale a nuestro encuentro y nos busca apasionadamente.

Mateo 20, 1-6, nos cuenta una parábola de Jesús donde se refleja esta actitud misericordiosa del Padre en la tarea de la construcción de su Reino. Al escuchar esta parábola se nos encienden todas nuestras alarmas porque nos parece una soberana injusticia que el que trabaja una hora gane igual que el que trabaja 12.  Está claro que Jesús busca provocar esas alarmas para que recapacitemos sobre los valores del Reino y, a lo mejor, si entramos en ellos seremos menos “justicieros”.

La parábola está dirigida a los seguidores de Jesús; a aquellos que han hecho ya una opción de seguimiento. Todos nosotros queremos ser discípulos de Jesús. ¿Qué buscamos en nuestro seguir a Jesús? ¿Una paga, un reconocimiento, un título, unos honores? ¿O buscamos una tarea o misión desde un Don recibido?

Si buscamos “una paga” no hemos superado el talante farisaico. Yo gano el cielo porque me lo merezco con el cumplimiento exacto de la Ley. El Reino de Dios es conquista mía en vez de Gracia de Dios. Si este es el criterio, el dueño de la viña es un buenazo. Pero así no se construye nada. Solo se alimentan a los vagos y a los maleantes. Y con estos hay que tener mano dura. Además, cómo va a ser igual el que yo haya dado toda mi vida por el Reino trabajando en fronteras insospechadas y dolorosas que la de aquel que ha malgastado sus haberes entre bacanales y fiestas, al final… tenga el mismo premio que yo.

Si buscamos “una tarea o misión” porque hemos encontrado un Don (la perla preciosa) entonces la tarea misma se vive como don y no hay medida para la entrega y el trabajo porque antes, a mí, se me ha entregado sin medida Dios mismo. He sido encontrado por el Amor y devuelvo lo recibido amando intensamente al hermano y a Dios (o viceversa o conjuntamente o simbióticamente). El trabajar a primera hora será un honor, un gozo desbordante porque he sido encontrado desde el inicio por el Amor de mi vida. Estando en la casa del Padre, lo mejor es vivir sabiéndome “hijo” y señor de la hacienda. Para que suene mejor diremos  nos diremos coherederos con Cristo y por lo tanto trabajando en “algo nuestro” y no como un extraño. Me alegraré de que cuantos más entren en la casa del Padre es mejor. Si alguien llega tarde a descubrir el llamado a ser “hijo” me alegraré inmensamente de que lo haya descubierto y lamentaré que no haya sido antes, porque para él hubiera sido lo mejor haber descubierto a Dios Padre desde el principio.

Yo daré gracias a Dios siempre porque me ha llamado a primera hora y la paga ya me ha sido entregada desde el principio. Dios se regala al principio y durante y también después de esta vida. Su presencia es siempre envolvente y gratificante. Se nos da gratis para que nos demos gratis.

Si los caminos de Dios van adobados por la misericordia, que nuestros caminos sean de misericordia: pongamos nuestro corazón al lado de Dios y donde Dios lo coloca – al lado de los marginados-

Si los caminos de Dios nacen de la gratuidad de su amor, vivamos también nuestro amor o nuestra fraternidad desde la gratuidad y el don.

Si los caminos de Dios pasan por los caminos del Verbo Encarnado, sigamos sus huellas y que nuestro vivir sea un con-vivir con Cristo y que el “ser con Cristo” sea nuestro horizonte esperado y deseado.

Si los caminos de Dios pasan por la tarea de la evangelización, que nuestra tarea sea asumida como trabajo en la casa del Padre y por lo tanto que no busque nunca la paga porque nos sabemos pagados de antemano.

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