18 junio 2024
18 jun. 2024

Reflexión sobre la Palabra de Dios

Reflexión diaria sobre las lecturas de la liturgia del día

de  Juan Manuel Yépez, SCJ

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La imagen que se nos describe hoy en la primera lectura del primer libro de Reyes nos describe una situación evidentemente repudiable, en la que Dios tiene la iniciativa de enviar a Elías, con su palabra,  para que aquella realidad sea transformada.

«Levántate, baja al encuentro de Ajab, rey de Israel, que está en Samaría. Ahora se encuentra en la viña de Nabot, adonde ha bajado para tomar posesión de ella. Le hablarás diciendo: “Así habla el Señor: ‘¿Has asesinado y pretendes tomar posesión?’ Por esto, así habla el Señor: ‘En el mismo lugar donde los perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán los perros también tu propia sangre’”».

Ajab y su esposa Jezabel,  habían sido protagonistas de asesinatos, injusticias y robos, valiéndose de su estatus como reyes, por lo tanto se trata de un gobierno, un reinado,  acostumbrado a abusar de su estatus, de su poder.

Elías es enviado a denunciar este pecado y anunciar una sentencia y nos muestra así a un Dios defensor de los débiles, inocentes, oprimidos frente a los fuertes y poderosos.  Es por ello que Dios también se conmueve ante el arrepentimiento y la fragilidad que reconoce el Rey cuando reflexiona desde la palabra dada por medio de Elías.

Ajab, al oír estas palabras, rasgó sus vestiduras, se echó un sayal sobre el cuerpo y ayunó. Con el sayal puesto se acostaba y andaba pesadamente.

Esta imagen que nos presenta el libro de los reyes me hace pensar en dos cosas:

  1. La necesidad que tenemos el día de hoy de seguir identificando, como profetas del amor, los lugares donde tenemos que ser promotores de un buen trato y de justicia. Hace falta personas que con valentía se comprometan a vivir los valores del Reino, especialmente entre los más débiles.
  2. Lo importante y bueno que es la palabra de Dios, aquella que constantemente viene a nuestro encuentro, como fue al encuentro de Ajab, para poder estar atento a aquello donde necesitamos contante conversión. Qué bueno que todos los viernes en la oración de laudes recordamos que estamos en ese proceso de constante conversión cuando recitamos con el salmo 50 que Dios es Misericordia y hoy en la liturgia de la palabra también ha sido usado como salmo responsorial:

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad en tu presencia.

El Evangelio por su parte nos recuerda que amar a los enemigos es hacerles el bien y desearles el bien.     “¿Han oído que se dijo: “‘Amarás a tu prójimo’ y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por quienes los persiguen, para que sean hijos del Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”.

No se trata de asunto de sentimientos sino de decisión que nos hace construir el realmente el Reino aquí entre nosotros. Notros sabemos que el amor lo tenemos asegurado, el amor del Corazón de Jesús, solo es necesario volver a él como la fuente, creer en ese amor y apostar nuestra vida por él que nos enseña lo que es ser verdaderos hijos de Dios y hermanos de todos.

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