Cuando los Magos parten, el angel del Señor se apareció a José durante el sueño y le dijo: “Levántate, toma al Niño y a su Madre, huye a Egipto, y permanece allí hasta que os advierta; porque Herodes va a buscar al Niño para hacerlo matar”. José se levantó y, aún de noche, tomando el Niño con su Madre, partió.
El Corazón de Jesús tiene una alegría secreta, porque va a sufrir el exilio y llevar sus bendiciones a Egipto y a los pueblos paganos.
José reunió algunos utensilios, María lleva los pañales de Jesús y un poco de ropa, y helos de partida durante la noche.
Es el exilio y aún no han pasado seis semanas del nacimiento de Jesús. ¡Es el exilio durante siete años!
Las primeras sonrisas de Jesús sostienen el ánimo de María y de José durante este largo y penoso viaje al desierto. Las noches son muy largas en la tierra desnuda, Jesús, en ocasiones, llora porque él quiere parecerse a todos los niños. Muchos sustos han debido asaltar con su angustia los corazones de María y de José. El desierto tiene animales feroces, habitantes semisalvajes que saquean a los viajeros y los amenazan.
María y José no ven sino a Jesús y no viven más que para Él. ¡Oh! ¡Qué dulce es sufrir, con los ojos puestos en Jesús que sufre!
“Vamos, alma mía, exclama san Buenaventura, acompaña a estos tres augustos y pobres exiliados,… compadécete con sus sufrimientos,… reza a la Santa Virgen para que te permita llevar su divino Hijo en tu corazón”.
L. Dehon, Coronas de amor al Sagrado Corazón de Jesús, 68-69