Sé Humilde – Cuarto Domingo de Adviento de 2025
La Navidad no es una celebración de festividades sin sentido. Es momento de reflexionar sobre nuestra fe. La Navidad es como si Jesús viniera a nosotros y preguntara: “Aquí estoy, el Salvador. ¿Crees?”
Reflexionar sobre el Evangelio de este cuarto Domingo de Adviento (Mateo 1, 18-24) me hizo sentir realmente desafiado en mi fe. Siempre pensé que mi fe era buena. ¡Quizás incluso grande y fuerte! Sin embargo, al leer este texto, me sentí impactado por el ejemplo de San José. A diferencia de él, yo probablemente cuestionaría el plan de Dios y dudaría en tomar a María por esposa.
¿Por qué? Porque tengo orgullo personal y sentiría vergüenza. En la cultura indonesia, se espera que un hombre defienda el buen nombre de la familia. Y hay muchas otras razones para rechazar tal compromiso. Honestamente, nunca aceptaría casarme con una chica embarazada. Incluso si un ángel se me apareciera asegurando que esta es la acción de Dios. Definitivamente lo rechazaría… ¡Pero ese soy yo! Me doy cuenta de lo diferente que soy de San José… Mi arrogancia es demasiado grande.
Volviendo al Evangelio de Mateo 1, 18-24, llego a admirar a San José. ¡Qué hombre extraordinario! Quizás él también tuvo pensamientos como los que describí anteriormente, pero el ángel lo animó: “¡No dudes!” (Mateo 1, 20). De hecho, San José estuvo dispuesto a aceptar la voluntad de Dios, a pesar de lo arriesgado que podría ser para su propia vida. Pudo haber sido condenado al ostracismo, injuriado por su propia gente… Sin embargo, San José eligió abrazar y participar en este plan divino. Estaba listo para Dios, ¡sin importar qué! ¡Extraordinario!
En este cuarto Domingo de Adviento, San José nos enseña cómo vivir una vida justa. Se trata de vivir por la fe, y la fe es más que simplemente creer. Significa ser obediente, escuchar y prestar atención a la voluntad de Dios. Esto es lo que hizo: “Cuando José despertó, hizo como el ángel le había mandado. Tomó a María como su esposa” (Mateo 1, 24).
La obediencia requiere humildad, y San José también nos enseña esta virtud. Aunque el texto no lo dice, es obvio que San José dejó de lado sus propios planes y sueños para cumplir la voluntad de Dios. A diferencia de mí, a él no le importaba su propio orgullo. Mientras yo dependo demasiado de la autoestima, tengo miedo a los riesgos y carezco de humildad, San José se rindió por completo en las manos de Dios. ¡Esto es humildad!
Ojalá este Evangelio dominical nos ayude a prepararnos para la Navidad. Ruego para que podamos hacerlo aún mejor, que nuestra fe nos permita aceptar verdaderamente Su presencia en esta vida. Siguiendo la espiritualidad del Padre Dehon, vivamos siempre en obediencia y humildad ante Dios. ¡Que el Sagrado Corazón nos bendiga!



