30 diciembre 2021
30 dic. 2021

Santa María, Madre de Dios: Año Nuevo 2022

de  Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj

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Inauguramos un AÑO NUEVO. El 2022 después del nacimiento de Cristo. Cristo, desde nuestra fe cristiana se convierte para la historia y el mundo en su centro y eje. Con su nacimiento se parte la historia en un antes y un después. Con Él nos llega y llegamos a la plenitud de los tiempos. Él es el culmen del tiempo y de la historia.

Como todo esto es lo que celebramos en la Navidad y su octava, la Iglesia, desde hace unos años ha querido abrir el año nuevo celebrando la solemnidad de SANTA MARIA, MADRE DE DIOS.

El Papa Francisco, al hacer la homilía de esta fiesta dice: “Madre de Dios es el título más importante de la Virgen. Tenemos que dar gracias porque estas palabras contienen una verdad espléndida sobre Dios y sobre nosotros. Y es que, desde que el Señor se encarnó en María, y por siempre, nuestra humanidad está indefectiblemente unida a él. Ya no existe Dios sin el hombre: la carne que Jesús tomó de su Madre es suya también ahora y lo será para siempre. Decir Madre de Dios nos recuerda esto: Dios se ha hecho cercano con la humanidad como un niño a su madre que lo lleva en el seno.

En su Madre, el Dios del cielo, el Dios infinito se ha hecho pequeño, se ha hecho materia, para estar no solamente con nosotros, sino también para ser como nosotros. He aquí el milagro, he aquí la novedad: el hombre ya no está solo; ya no es huérfano, sino que es hijo para siempre. El año se abre con esta novedad. Y nosotros la proclamamos diciendo: ¡Madre de Dios! Es el gozo de saber que nuestra soledad ha sido derrotada. Es la belleza de sabernos hijos amados, de conocer que no nos podrán quitar jamás esta infancia nuestra. Es reconocerse en el Dios frágil y niño que está en los brazos de su Madre y ver que para el Señor la humanidad es preciosa y sagrada”.

Para celebrar bien el inicio del año 2022 hemos escuchado en la primera lectura una hermosa bendición de parte de Dios a todos nosotros. Es sabroso paladear cada una de las palabras que encierran esa gran bendición.

“El Señor te bendiga y te proteja”. Parece un buen deseo, pero es siempre una realidad. Dios siempre “dice bien” de mí, de nosotros. Desde el inicio de la creación “dijo” y quedaron hechas todas las cosas que eran buenas y muy buenas, sobre todo cuando creó al hombre y la mujer. Y no solo “dijo” sino que “dice” continuamente, por lo que permanece y persiste tu ser y mi ser. Soy ahora porque Dios me está bendiciendo. Y seré siempre porque Dios es fiel. Sentir esta realidad me hace gozar y agradecer este inmenso don. Soy desde el Amor y soy capaz de amar al Amor y a todas las cosas y personas creadas por ese Amor. Caminamos de su mano y nada hemos de temer.

“Ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor”. Que Dios se acerque a ti, te mire, te introduzca en su casa y aposento; que Dios se fije en ti. Esto hizo con Moisés, con David, con María… Esto hace con cada uno de nosotros. Él se acerca tanto que nos toca y nos hace de su estirpe. Si la Luz se nos acerca, nosotros quedaremos iluminados, resplandecientes, transformados, luminosos, radiantes. Quedaremos contagiados de tal forma que seremos “luz de Luz”. Este es el gran favor que Dios nos hace. Nos hace hijos en el Hijo.

“El Señor se fije en ti”. “El Señor se ha fijado en la humildad de su esclava”. Parece que a Dios le gusta fijarse en alguno. Será mejor decir que Dios se fija en todos porque a todos nos llama a la vida. Muchas veces esta llamada de Dios nos da “vértigo” cuando no miedo. A veces nos apetecería decirle al Señor que se fije en otro, que nos deje en paz, que somos “niños” o “tartamudos” o “ancianos” y no estamos preparados para la misión a la que nos envía. No somos capaces de entender que es con mucho lo mejor aquello que el Señor nos pide que hagamos. Además, si Dios se fija en nosotros nos da también la fuerza, su Espíritu, para que seamos muralla y baluarte. Que el Señor se fije en nosotros en una bendición. No la desperdiciemos.

“Y te conceda la Paz”. Estamos en la jornada de la Paz. Paz que debe ir mucho más allá de ausencia de guerra, pero que no estaría mal que empezáramos por ahí. No estaría mal que transformáramos nuestras armas en “arados y podaderas”. No podemos olvidar que la Paz es un Don. Evidente que es también tarea del hombre, pero ha de venir de lo alto. Somos incapaces de crear estructuras de paz si no nos abrimos y dejamos invadir por el Espíritu de Dios. Nuestro egoísmo, egocentrismo, solo puede romperse o superarse si nos abrimos y creemos en el otro. Pero esto es posible solo si somos capaces de transcender al Otro. La clave de la Paz es Jesucristo. Él es la Paz; la Paz que se nos ha concedido justamente en la Encarnación, en el Enmanuel, en el “Dios Salva” o  “Jesús”.

En la octava de Navidad, también recordamos la circuncisión del Señor y la imposición de su nombre. JESÚS. Así se lo había indicado el Ángel a san José.

DIOS SALVA. Esta es la gran noticia. Nos ha nacido el Salvador; pero el Salvador en acción. La Salvación está ya en marcha. No hay mejor noticia para empezar el año. También en el 2022, DIOS SALVA. En medio de esta pandemia “sin fin” la Palabra nos invita a no desesperar. No tengamos miedo. El futuro está en nuestras manos; que serán manos llenas de bendición si sabemos unirlas a las manos de Dios, o lo que es lo mismo nos dejamos guiar por su Espíritu.

QUE SEPAMOS SER CONSTRUCTORES DE PAZ.

FELIZ 2022.

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